La aceleración de la productividad es vital para salvaguardar la solidez económica

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La inflación de los precios de los activos en las dos últimas décadas ha creado unos 160 billones de dólares en “riqueza de papel”; mientras que el crecimiento económico ser ralentizaba, la desigualdad aumentaba y cada dólar invertido generaba 1,90 dólares de deuda. Sin embargo, según McKinsey Global Institute (MGI), la división de investigación empresarial y económica de McKinsey & Company, las actuales oscilaciones del sistema financiero pueden indicar un cambio duradero en la forma en que el mundo presta, pide prestado y crea riqueza. En el nuevo informe, The future of wealth and growth hangs in the balance, MGI analiza cuatro escenarios de inflación, tipos de interés y crecimiento hasta el año 2030 y, además, considera sus implicaciones para el sector inmobiliario, la renta variable y la deuda.

 

El crecimiento del balance global, es decir, el equilibrio entre la riqueza y la salud de la economía (analizando los activos y pasivos de los hogares, las corporaciones, los gobiernos y las instituciones financieras), se aceleró aún más con la pandemia, con 3,40 dólares más de deuda por cada dólar de inversión neta en los años 2020 y 2021. Asimismo, a finales de 2022, la inestabilidad económica mundial ya se había hecho patente y, sólo en ese año, los hogares perdieron hasta 8 billones de dólares de riqueza.

 

Cuatro escenarios posibles, uno que respaldaría el crecimiento económico sostenible a largo plazo

El estudio ofrece la visión de cuatro posibles escenarios, los cuales no son muy esperanzadores. En uno de los escenarios, que hace una lectura de “vuelta al pasado“, la volatilidad podría ser temporal y la expansión de los balances podría reanudarse, ya que el ahorro volvería a subir el precio de los activos existentes en lugar de destinarse a inversiones productivas. En un escenario denominado por MGI como “mayor durante más tiempo“, el crecimiento puede ralentizarse con una inflación y unos tipos de interés persistentemente elevados, asemejándose a la economía estadounidense, tras la crisis del petróleo de los años setenta.

 

Las turbulencias de los últimos tiempos son una sacudida para el sistema tras décadas de aumento de la riqueza en papel y de la deuda. Nos dirigimos hacia una era que puede no parecerse en nada a los últimos 20 años, que dieron forma a la intuición de la actual generación de líderes empresariales“, apunta Olivia White, socia senior y directora de MGI. “El abanico de posibles caminos a largo plazo es inusualmente amplio. Esto exige pensar más a largo plazo y planificar múltiples escenarios: ya no bastará con reaccionar a los cambios del entorno macroeconómico“, añade.

 

Por su parte, Alejandro Beltrán, socio director de McKinsey & Company, señala que “cada vez preocupa más que la inflación se consolide. Sin embargo, volver a dos décadas de escasa inversión, bajos tipos de interés y exceso de ahorro; con la consiguiente ralentización del crecimiento del PIB, aumento de la desigualdad y expansión incesante del equilibrio mundial, tampoco parece el mejor escenario“.

 

Por otro lado, el informe expone un escenario de “restablecimiento”. Éste se parecería más a la situación de Japón tras el estallido de su burbuja inmobiliaria y de renta variable en los años noventa, con un “desapalancamiento” prolongado y una fuerte contracción de los precios de los activos. Por ejemplo, el valor de la renta variable y del sector inmobiliario estadounidense podría caer más de un 30% de aquí a 2030.

 

En este sentido, y con diferencia, el más deseable de los cuatro escenarios es el de “aceleración de la productividad“, en el que el crecimiento económico alcanza la estabilidad entre la riqueza y la salud económica. Solamente en este escenario se combina un fuerte crecimiento de la renta, la riqueza y la solidez de la economía global.

 

Según el estudio, el impacto diferencial de los escenarios sobre la producción económica es enorme, pero las consecuencias para la riqueza y la solidez económica mundial son de un orden de magnitud aún mayor. Un reajuste de esta situación en Estados Unidos reduciría el PIB per cápita en un 1,7% del crecimiento medio anual del PIB frente a la aceleración de la productividad. La riqueza total de los hogares estadounidenses se reduciría en 48 billones de dólares. “En el peor de los casos, el endurecimiento de las políticas y el aumento de la incertidumbre podrían desencadenar un reajuste tanto de la riqueza como de la salud económica, acabando con 30 billones de dólares de riqueza en papel sólo en Estados Unidos. Muchos activos financiados con deuda acabarían ‘ahogados’, lo que llevaría a una década de laborioso efecto palanca invertido. Pero una aceleración de la productividad es posible, y más urgente hoy más que nunca“, destaca Alejandro Beltrán.

 

El reto de contrarrestar los ‘vientos’ en contra de la productividad

Por último, el análisis de MGI mantiene que los responsables de la toma de decisiones necesitarán desarrollar su imaginación para prepararse para toda la posibilidad de escenarios, siendo necesaria una determinación firme a la hora de tomar decisiones para obtener los mejores resultados.

Asimismo, acelerar el crecimiento de la productividad exigirá contrarrestar ciertos aspectos en contra, como el envejecimiento de la población activa o la mayor complejidad de las cadenas de suministro mediante una inversión bien dirigida para aprovechar el valor, tanto de la tecnología como del capital humano. “Si los líderes empresariales y públicos canalizan más inversión hacia la aceleración del crecimiento de la productividad se puede llegar a un resultado en el que el rápido crecimiento del PIB mejore la riqueza y la salud de la economía global“, concluye Beltrán.

Fuente Original: Aquí

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